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Chanthavar hizo un gesto a una máquina mas pequeña . Me parece que es la suya.
Adiós, capitán, espero volverle a ver en alguna ocasión, si tengo la oportunidad.
Se dio la vuelta y se alejo a grandes zancadas. El polvo del suelo se alzó bajo sus
sandalias.
Langley y Marin entraron en el volador. Un guardia silencioso les acompañó y colocó el
piloto automático. El aparato se alzó del suelo con seguridad y el guardia se sentó ante
ellos para esperar con absoluta paciencia.
La chica permaneció muda largo rato.
¿Cómo nos encontraron? preguntó por fin.
El hombre del espacio se lo dijo.
En aquella ocasión no lloró, parecía que ya no le quedaban lágrimas. Casi no dijeron
nada durante la hora que duró aquel vuelo vertiginoso.
Lora se alzaba sobre un horizonte nocturno como una fuente enorme de rugiente y
orgulloso metal.
E volador zumbó en su torno, hallando una repisa o terraza en una de las torres mas
pequeñas de la zona Norte. El guardia asintió.
Su apartamento es el número 337, precisamente debajo del pasillo, señor animó
. Buenas noches.
Langley abrió la marcha. Cuando la puerta se abrió para él, vio un conjunto de cuatro
habitaciones pequeñas, cómodas pero nada ostentosas. Había un robot de servicio, pero
claramente su nueva posición no incluía esclavos vivos.
Excepto... se dio la vuelta para mirar a Marin y permaneció contemplándola durante un
minuto. Ella le devolvió la mirada tranquila, pero estaba pálida y había en sus ojos
profundas ojeras. Aquella condenada criatura no era su Peggy, pensó él.
La rabia y la amargura se levantaron en su garganta como un vómito. Aquí terminaba la
historia. Había tratado de luchar con todas sus esperanzas, y ella era la única que lo
había estropeado todo.
Vete dijo él.
Ella se llevó la mano a la boca, como si acabara de recibir un golpe, pero no pronunció
la menor palabra.
Ya me has oído caminó por el suelo, tan suave y tan ligero como si fuese hecha de
carne humana, y miró por la ventana . Te concedo la libertad. Ya no eres esclava.
¿Comprendes?
Ella respondió, todavía:
No.
¿Hay que cumplir alguna formalidad? preguntó él.
Ella se lo dijo. No había vida en su voz. Marcó en el aparato la oficina de archivos y
registró el aviso de que él, único propietario de la esclava número «tal y cual» la concedía
la emancipación. Luego se volvió, pero no pudo resistir la mirada de los verdes ojos.
No fue culpa tuya dijo con voz gruesa. En sus sienes había un tronar sonoro y sus
piernas parecían doblársele . No fue culpa de nadie. Tú fuiste una impotente
herramienta. Claro. No te condeno. No obstante, no puedo soportar verte a mi alrededor
más tiempo. Hay en ti demasiados fracasos.
Lo siento susurró ella.
Yo también dijo él con poca sinceridad . Vamos... vete... haz lo que quieras de tí
misma con apenas conciencia de su impulso, se desabrochó su bolsa y se la arrojó .
Toma. Hay ahí dentro un buen pellizco de dinero, cógelo... utilízalo para establecerte.
Ella le miró con un azoramiento que poco a poco se aclaró.
Adiós dijo. Su espalda era recta mientras salía. No fue hasta mucho más tarde que
Langley se dio cuenta de que la joven había dejado la bolsa tal y como cayó.
XV
Mañana y mañana y mañana; así es el modo que tiene el mundo de terminar.
En la universidad los hombres eran tranquilos y apacibles. Poseían modales graves y
buenos, pero poca formalidad y eran conocidos por el hombre del pasado. Langley
recordó sus propios días de estudiante, hacia sido profesor auxiliar durante la temporada
y había visto y conocido bastante vida en la facultad. Aquí no había nada de las
murmuraciones y pequeñas intrigas y meriendas hipócritas que recordaba; pero tampoco
aquí estaba aquel espíritu de la ansiedad y aventura intelectual. Todo se sabía, todo
estaba bien aposentado y seguro; únicamente faltaba llenar los detalles. Allá, en el siglo
XX, los trabajos y tesis doctorales acerca de la puntuación ortográfica de Shakespeare
seguían siendo materia de chistes... hoy, aquello era materia de estudios.
No obstante, Langley encontró en aquellos hombres grises, vestidos con ropas pardas,
una compañía con la que congeniaba. Había un historiador en particular, un hombre sabio
con enorme cabeza calva, Jath Mardos, de quien se hizo amigo. El individuo poseía una
iniciación enorme y un punto de vista refrescantemente irónico, podían pasar horas
hablando, mientras un grabador tomaba cada cosa de las que decían para una posterior
evaluación.
Para Langley lo peor eran las noches.
La situación presente era, claro, inevitable dijo Mardos . Si una sociedad no se
petrifica, debe renovarse, como la suya hizo. Pero tarde o temprano se llega al punto en
que toda innovación sucesiva se convierte en cosa impracticable y luego la petrificación
se apodera de todo.
Me parece a mí que ustedes todavía podrían hacer algunos cambios dijo el
hombre del espacio . Por lo menos, cambios políticos.
La Sociedad Comercial tiene un alcance de cientos años de luz y no he encomiado
nada de lo que usted sueña.
Con toda seguridad no. Un grupo que quisiese escapar de lo que considerase una
civilización diabólica se iría aún más lejos que eso. Y esta la idea de algo escondido
detrás de sus alcances...
¡No maduro!
Claro. No se olvide, la naturaleza no madura, o Sociedad, es un proceso de
crecimiento... Pero, hablando de la Sociedad, me gustaría saber mas de ella. Tengo una
especie de sospecha...
No hay mucha cantidad de información. Han sido siempre bastante reservados.
Parecen haber tenido su origen aquí mismo en la tierra, hace un millar de años o cosa así,
pero la historia es oscura.
No debería serlo exclamó Langley . ¿No se supone que el Tecnicado conserva
registros completos de cada hecho importante? Y seguramente la Sociedad es
importante. Cualquiera podía haber previsto que se convertirían en un factor mayor.
Adelante se encogió de hombros, Mardos . usted puede utilizar la biblioteca si es
que eso le divierte.
Langley encontró un escritorio y se sentó pidiendo la lista bibliográfica. Era
sorprendentemente pequeña. A modo de comparación, consiguió una lista de referencia
de Tau Ceti IV, un sombrío planetita de ningún valor especial... era varias veces más larga
que la primera.
Se sentó durante algunos minutos meditando los efectos de una cultura estática. Para
él, la parquedad de información parecía gritar: tapujo. Por eso los llamados sabios, de su
alrededor, solamente notaron que había pocos libros y artículos asequibles y procedieron
a olvidar todo lo referente a aquel asunto.
Se lanzó voluntarioso a la tarea de leer cuanto podo encontrar sobre la materia:
estadísticas económicas; casos en donde la Sociedad, para protegerse a si misma, había
intervenido en la política local de uno u otro planeta; discursos sobre la psicología
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