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Hay muchas personas en el sendero contemplativo, y esto incluye a religiosos en el
claustro, que estn totalmente dedicados a la prctica de la oración contemplativa y sin em-
bargo nunca han experimentado el torrente de gracia divina que los inunda como lo que le
suceda a Santa Teresa del vila y a otros msticos. Acaso significa eso que son menos
contemplativos que los otros? Hay un libro de Ruth Burrows que se titula Guidelines for
Mystical prayer (Pautas para la Oración Mstica) en el cual habla de dos monjas a quienes
conoca ntimamente. Una era una monja residente en un monasterio carmelita; la otra era
una religiosa muy activa, bien ocupada con su ministerio que la mantena muy atareada. La
monja activa era la mstica exuberante; la otra era la tpica monja diligente, fiel y obediente,
que practicó la oración contemplativa da tras da durante treinta o cuarenta aos, experi-
mentndola como una faena penosa que la aburra, con un bombardeo interminable de pen-
samientos indeseables. En lugar de salirse de la noche de los sentidos, o se quedó en ella o
se metió en la noche del espritu sin transición alguna. Ruth Burrows afirma que ambas
monjas llegaron a la unión transformadora ms o menos en el mismo tiempo.
Santa Teresa de vila en uno de sus escritos nos sugiere que la oración de unión
puede ser el camino corto a la unión transformadora. Es muy posible que este sea su propó-
sito, el de proporcionar una ruta especial que acelera el proceso ordinario de desmantelar el
falso yo. Ruth Burrows nos indica que el misticismo exuberante puede ser un carisma, a al-
gunas personas les es concedida la experiencia psicológica necesaria para que puedan ex-
plicar las varias etapas de la contemplación para el beneficio de la mayora de los contem-
plativos que ascienden por la escalera oculta descrita por San Juan de la Cruz.
Esto nos lleva al extraordinario descubrimiento de San Juan de la Cruz de que la
oración contemplativa es fundamentalmente un rayo de tinieblas. Repite y repite que l
identifica la fe pura con la proximidad de la unión con Dios. Por lo tanto, cualquier sensa-
ción de lo divino que podamos disfrutar no es Dios, sino nuestra interpretación de Dios, o la
irradiación de la acción de Dios en nosotros. La fe pura trasciende toda experiencia humana
y obtiene acceso a Dios tal como Dios es. Si un rayo de luz traspasara un vaco perfecto,
contina dicindonos San Juan de la Cruz, no tendramos noción alguna de lo que sucede
porque en un vaco no ha partculas de polvo que reflejen la energa fsica como la luz.
Cuando aceptamos la luz divina tal como es, nos ilumina constantemente, en cuerpo, alma
y espritu. Ni siquiera los sentidos espirituales tienen acceso a la inmensa pureza y al poder
de la energa divina en su esencia.
Es imposible ver a Dios en esta vida tal como Dios es y continuar viviendo, nos dice
el autor de la Primera Epstola de Juan. Pero s podemos consentir a conocerlo en la oscuri-
dad de la fe, y en medio de esa oscuridad aparece la convicción invencible de la presencia
divina. Si tan solo pudisemos comprender este concepto bsico de San Juan de la Cruz,
nos veramos liberados de una enorme cantidad de ansiedad en la jornada. La mayora de
nuestros problemas surgen de expectativas que no son realistas y que no se pueden realizar.
El camino angosto de la fe pura nos da vida. Esta enseanza de San Juan de la Cruz
podra ilustrarse si se piensa en la diferencia entre tomar el ascensor expreso que lleva al l-
timo piso de un rascacielos o tomar el ascensor comn y corriente. Este ltimo para en cada
piso, y cada vez la vista es mejor. El problema surge cuando uno se extasa tanto en el pa-
norama en un piso que se olvida de regresar al ascensor para continuar. Vemos que San
Juan de la Cruz prohbe a sus discpulos que acepten fenómenos psquicos o que deseen ser
tocados en forma extraordinaria. Estos ltimos nos dice, son parte de la unión divina y
se pueden aceptar, pero no deben desearse . En cuanto a locuciones, aromas, o visiones, ya
sean interiores o exteriores, l recomienda enfticamente que nos resistamos a ellas.
Entre ms especiales sean los dones, ms necesitaremos las noches de los sentidos y
del espritu para protegernos de lo que quede del falso yo y del orgullo espiritual. Si nos
quedamos saboreando el orgullo espiritual, es como si frensemos el progreso del camino
espiritual. Lo sabio de tomar el ascensor expreso, que equivale a la fe pura, al ltimo piso,
es que evitamos todos los fenómenos msticos que pudiesen ocurrir como productos deriva-
dos de la descarga del subconsciente. El camino de fe pura es perseverar en la prctica con-
templativa sin preocuparnos del punto en que estamos ni de compararnos con los dems o
concluir que los dones de los dems son mejores que los nuestros. Todas estas insensateces
las podemos evitar si nos rendimos ante la acción divina, sin prestar atención al contenido
psicológico de nuestra oración. Los resultados de la fe pura muchas veces son invisibles
hasta para aquellos que estn avanzando a grandes pasos.
Regresmonos ahora a la historia de la monja que deca que ella nunca haba tenido
la experiencia de sentirse inundada por la gracia mstica, o sea, que nunca la haba sentido.
Perseveró en su oración contemplativa cuando todo era inspido y rutinario, luchando fuer-
temente con sus instintos primitivos y con la descarga de traumas emocionales de su tierna
infancia. Un da, mientras se paseaba por jardines del convento, se dio cuenta de que todo
haba cambiado en ella. El YO de su identidad egocntrica haba quedado reducido a polvo,
y haba sido reemplazado por el gran Yo Soy de Cristo que ahora ocupaba el lugar pre-
ponderante en el escenario. La fuente de su identidad ya no era la persona que ella haba
conocido, sino la presencia de Cristo en ella. La vida de Cristo resucitado comenzó a mani-
festarse en todo lo que haca, estuviese dormida o despierta, y a transmitirle la fortaleza pa-
ra llevar a cabo su vocación con determinación indómita.
Vemos entonces que es nuestro compromiso de seguir en el camino y nuestra fideli-
dad hacia la prctica lo que nos lleva a la unión transformadora, y nos las experiencias espi-
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